Sin tiempo y con historias.

El reloj, es un ente muy irrespetuoso. El reloj avanza, avanza y avanza, siempre al mismo ritmo, sin detenerse, sin darte tregua. El reloj avanza y ni tú ni nadie eres capaz de detenerlo. El reloj se te agarra a la muñeca y no hay quien te lo quite. Como una ironía de la vida, como si cada manecilla se te clave en el pecho diciéndote, el tiempo pasa, y pasa también para ti, aunque te joda.

A ella, le jodía, le jodía muchísimo. Le jodía mas que las malas adaptaciones de los libros, más que cuando su escritora favorita se cargaba a sus personajes favoritos. A ella aquel reloj le jodía y le jodía mucho.

Y llegados a este punto tú puedes preguntarte,quién es ella. Pues ella es simplemente Ella, porque un nombre implica una historia. Y para historias, no tenemos tiempo.

Y Ella, tampoco lo tenía.

Era invierno y hacía frío. El tiempo volaba entre los dedos de Ella. Ella intentaba agarrarlo, aferrarse a él. Primero con amor, luego con exigencia y por último con desesperación. Ella estaba intoxicada de falta de tiempo, de presiones, de rutinas, de horarios, de puntualidad. Ella solo pedía un minuto más. Y nadie absolutamente nadie, se lo concedía.

Y entonces todo cambió. Ella dejó de correr, dejó de tener prisa. Y empezó a subir peldaño a peldaño la enorme escalera que se abría delante de ella. Ella dejó a un lado las doce, y la una, y las dos. Atravesó las cinco de la madrugada, y pasó de largo las siete.

Y llegados a este punto tú te preguntarás, y que pasó luego con Ella.

Pues Elena, llegó al final de la escalera

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